dc.description | Si se piensa en autores de la segunda mitad del siglo XX que cuenten con una obra poco prolífica, pero de una importancia fundamental para el panorama de las letras mexicanas, dadas las características narrativas, lingüísticas, así como el modo en que explora límites dentro del discurso de sus libros, viene a la mente, por supuesto, el caso de Juan Rulfo (1917- 1986), quien con El llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955) obtuvo el reconocimiento necesario para plasmar su nombre en el imaginario mexicano de la literatura.
No obstante, Rulfo no es el único que cumple con las características artísticas que se mencionaron anteriormente, pues contemporánea a él, incluso guardando una relación de amistad, se sitúa la escritura de la tabasqueña Josefina Vicens (1911-1988). Su labor como escritora la llevó a desenvolverse en ámbitos como el guion, la poesía, el cuento y la crónica de corte taurino, los cuales encontraron publicación recientemente gracias a la labor del Fondo de Cultura Económica, a raíz de la reimpresión de sus dos novelas, El libro vacío (1958) y Los años falsos (1982).
Con su primera novela, la cual será objeto de estudio para la presente investigación, Vicens destacó inmediatamente. En ella se hacía evidente un manejo magistral del lenguaje y sus límites, rica en reflexiones sobre la creación literaria, pues se problematiza sobre la materia de la que está hecha una novela, sus potenciales lectores y además crea el entorno propicio para introducir y cuestionar nociones como verdad, ficción, sinceridad y originalidad, sacando a relucir temas como la memoria, el olvido, el paso del tiempo, la vida y la muerte, y todo desde la subjetividad de un narrador y personaje, José García, quien es bastante ágil y consciente de la lucha contradictoria que se desarrolla conforme va anotando todo aquello que, algún día, pasará en limpio y conformará la novela que tanto desea escribir. | es_MX |