dc.description | Durante las últimas décadas, debido al crecimiento poblacional, nos hemos visto en la necesidad de mejorar el rendimiento de los cultivos para poder cubrir la demanda alimenticia de todos los habitantes; sin embargo, esto ha incrementado la dependencia y el uso excesivo de fertilizantes nitrogenados y otros agroquímicos que, a largo plazo, causan modificaciones en el microbioma del suelo y generan efectos nocivos en el medio ambiente, como la degradación del suelo, contaminación del agua, lixiviación o
acumulación de nutrientes. En la búsqueda de apoyar a mejorar estas problemáticas, los países han optado por elegir alternativas que permitan cumplir con la demanda alimenticia de una forma sustentable. Una manera de impulsar la sustentabilidad de las prácticas agrícolas es el uso de microorganismos benéficos que ayuden a reducir la dependencia hacia los fertilizantes químicos y al mismo tiempo mejoren la tolerancia al estrés y favorezcan el rendimiento de los cultivos (Muneera et al., 2020). En la naturaleza, las plantas interactúan de forma benéfica con diferentes microorganismos que, colonizan
la rizosfera o el tejido vegetal interno sin causar daño o enfermedades aparentes; además, se ha demostrado que brindan soporte a las plantas para combatir el estrés y promover el crecimiento de las mismas; dentro de estos microorganismos encontramos a las bacterias denominadas promotoras del crecimiento vegetal (BPCV) (Bolívar-Anillo et al., 2016; Mohamed Mahmoud et al., 2017). Las BPCV al ser usadas como biofertilizantes presentan efectos positivos sobre las plantas gracias a su capacidad para incrementar la disponibilidad de nutrientes esenciales, la síntesis de hormonas vegetales que benefician el crecimiento y desarrollo de la planta, o mediante la prevención del estrés (Rojas-Tapias
et al., 2012) Desde un punto de vista biológico, el estrés en las plantas se refiere a las condiciones
externas que afectan negativamente el crecimiento, desarrollo o productividad de las plantas, este puede ser biótico o abiótico. El estrés biótico es causado por organismos como virus, bacterias, hongos, nemátodos, animales y otras plantas; por su parte, el estrés abiótico resulta por alteraciones físicas o químicas en el ambiente, como la sequía, salinidad excesiva, temperaturas extremas, etc., (Gull et al., 2019). Con la finalidad de prevenir daño y garantizar la supervivencia, las plantas emplean estrategias en respuesta al estrés como la síntesis de compuestos como polioles (sorbitol y manitol), aminoácidos
(prolina, ácido glutámico) y disacáridos (trehalosa y sacarosa) que pueden funcionar como osmoprotectores o termoprotectores para reaccionar ante el estrés causado por la sequía, salinidad o temperaturas extremas (Adams et al., 1990; Avonce et al., 2006; Vargas et al., 2009; Secks et al., 2009; Castillo-Texta, 2020) o mediante interacciones simbióticas con diferentes bacterias benéficas, a través de distintos mecanismos como la síntesis de fitohormonas, la producción de enzimas líticas, la movilización de nutrientes, la solubilización de fosfato (PO4) y la fijación de nitrógeno (Muneera et al., 2020). | es_MX |